sábado, 20 de junio de 2009


Leí este minicuento en el Taller de Traducción y me encantó por su simplicidad, por la moraleja del final: vivimos en un ciclo que no tiene fin.

La herencia
Mónica Volpini

Un día mi padre me llevó hasta la cima de un monte muy alto, y desde allí fue senalando los campos sembrados, la casa y el valle:
- Algún día... Todo esto será tuyo.
Volvimos en silencio. Me rebelé en contra de tan generosa entrega porque sabía lo que debería ocurrir. Bajando la cabeza, le rogué a Dios que me ayudara a entender. Y los años pasaron...
Antes de ayer murió. Sin prisa y sin calma, como había pasado toda su vida de trabajo y esfuerzos. Entonces levanté a mi hijo de la cuna y corrí hasta el mismo lugar...
- Esta es tu herancia, hijo mío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario